POLÍTICA
Por: Elizabeth Valdez Álvarez
Los debates que ya desde hace bastante tiempo se plantean respecto al concepto de la política, han tenido gran trascendencia, una de las interrogantes cruciales que han motivado este debate tiene que ver con la idea de ¿qué se entiende por política?, una vez expuesto lo anterior, iniciaremos nuestro análisis con Weber (1997), para él, el concepto es muy amplio y abarca cualquier tipo de actividad directiva autónoma; sin embargo esta conceptualización no es funcional para la encomienda que tenemos en este trabajo, así que reduce su concepto a decir que, por política entenderemos solamente la dirección o la influencia sobre la trayectoria de una entidad política, aplicable en nuestro tiempo al Estado. Así, el término político significaría la aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre los distintos Estados o, dentro de un mismo Estado, entre los distintos grupos de hombres que lo componen. Naturalmente, “… quien hace política aspira al poder, ese poder entendido como el medio para la consecución de otros fines, o al poder por el poder, para gozar del sentimiento de prestigio que le confiere” (Weber, 1997: 2). En palabras un poco más burdas, en Weber, la política es una contienda por el poder, evidentemente, como lo expuesto en clase, esa política se encuentra limitada por las normas de legitimidad que imperan en una determinada sociedad, la política debe ser racionalizada o regulada por la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. De tal suerte, la política, que para Weber es un asunto meramente estatal, está enmarcada en una institución que goza de legitimidad y de racionalización.
La forma en que la política se asegura la realización de fines colectivos es a través de la violencia. Es decir, lo característico del Estado moderno es el monopolio de la violencia física legítima. Es importante enfatizar un elemento de la concepción weberiana de la política y que tiene que ver con la definición de “poder”, como la posibilidad de imponer la voluntad de una persona, aun en contra de resistencia.
El Estado, como todas las asociaciones o entidades políticas que históricamente lo han precedido, es una relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima (es decir, de la que es considerada como tal). Para subsistir necesita, por tanto, que los dominados acaten la autoridad que pretenden tener quienes en ese momento dominan. ¿Cuándo y por qué hacen esto? ¿Sobre qué motivos internos de justificación y sobre qué nexos externos se apoya esta dominación? (Weber, 1997:3).
Ante esto, encontramos otros elementos distintivos en la teoría weberiana: la obediencia y le legitimidad (mera aceptación de la orden). De tal suerte que existen tres tipos de justificaciones internas, para fundamentar la legitimidad de una dominación. En primer lugar la legitimidad del eterno ayer o tradicional; cuyo motor de obediencia (o lo que es lo mismo, la razón por la que el mandato tiene éxito) es la creencia en la sacralidad de la persona del soberano, una legitimidad surgida “de la costumbre consagrada por su inmemorial validez y por la consuetudinaria orientación de los hombres hacia su respeto” (Weber, 1997: 4). En segundo lugar la legitimidad carismática; cuya obediencia se fundamenta en la creencia de los dotes extraordinarios del jefe, “… la autoridad de la gracia (Carisma) personal y extraordinaria, la entrega puramente personal y la confianza, igualmente personal, en la capacidad para las revelaciones, el heroísmo u otras cualidades de caudillo que un individuo posee” (Weber, 1997: 4). Y en tercer lugar la legitimidad legal-racional; cuyo motivo de obediencia deriva de la creencia en la racionalidad del comportamiento conforme a las leyes, esto es, a normas generales y abstractas que instituyen una relación impersonal entre gobernantes y gobernados.
Considerando los argumentos anteriores, y de acuerdo con la discusión en clase, la política es una relación, una relación de poder, en la que una persona manda sobre la otra, hay una relación de autoridad, pero esa relación de autoridad tiene por objeto la acción colectiva. Así, el conjunto de relaciones que estructuran la política son desiguales; la condición de desigualdad radica en que uno obedece a otro, porque ese otro tiene las maneras de hacerse obedecer; esto a través de la violencia, pero como la violencia es costoso, se genera otro medio de obediencia, que radica en la legitimidad, en los modelos puros explicados anteriormente.
Siguiendo con la encomienda de este trabajo, se analizarán los supuestos de Schmitt (1998), en primer lugar es importante mencionar que este autor realiza una crítica muy fuerte al liberalismo, ya que define el criterio específico de lo político como la antítesis amigo/enemigo, autónoma de las oposiciones fundamentales del pensamiento liberal: entre el bien y el mal, lo bello y lo feo, lo útil y lo dañino, etcétera. De este modo, lo político es lo decisivo y no un dominio entre unos y otros (como en Weber), ya que es el único dominio total en el sentido de que “todo asunto puede ser potencialmente político, y por ende, puede ser afectado por la decisión política; y en segundo lugar, porque la participación política abarca al hombre en su totalidad” (Schmitt, 1998: 50) La política es el destino; es la intensidad que nos agrega u opone en amigos contra enemigos. La política es conflicto.
En Schmitt, la política también es una relación como en Weber, pero esta relación está delimitada por la dicotomía amigo y enemigo, en este sentido, la oposición o el antagonismo, nacidos de la relación antes mencionada, constituye la más intensa y extrema de todas las oposiciones, y cualquier antagonismo concreto se aproximará tanto más a lo político cuanto mayor sea su cercanía al punto extremo, esto es, a la distinción entre amigo y enemigo. En Schmitt el concepto de Estado supone el concepto de lo político, dentro del Estado como unidad política organizada, que decide sobre sí misma como un todo sobre amigo y enemigo, y junto a las decisiones políticas primarias y en su apoyo surgen, surgen numerosos conceptos secundarios adicionales de lo político. (Schmitt, 1998) Schmitt al igual que Weber se ayuda de la concepción moderna de Estado, para explicar lo político. Otro aspecto distintivo que resalta Schmitt, es la guerra; la guerra como aquella que constituye el presupuesto que está siempre dado como posibilidad real, que determina de una manera, un tanto peculiar, la acción y el pensamiento humanos y origina así una conducta específicamente política. Así mismo, la agrupación real en amigos y enemigos es en el plano de ser algo tan fuerte y decisivo, que en el momento en el que una oposición no política produce una agrupación de esa índole, más allá de criterios puramente religiosos o económicos, dicha agrupación queda sometida a las condiciones y consecuencias totalmente nuevas y peculiares de una situación convertida en política. (Schmitt, 1998) En este tenor, el Estado como unidad política, es decisivo y soberano, en el sentido de que tiene la fuerza suficiente para decidir sobre lo decisivo; le es atribución inherente la posibilidad real de determinar por propia decisión quién es el enemigo y combatirlo. Podemos hacer una comparación con Weber, en el sentido de que también en Schmitt, la capacidad y la fuerza de hacerse obedecer del Estado determinan la relación política.
En Sartori (2002), se muestra que desde la existencia del ser humano y su necesidad inherente de socializar con otros individuos para su supervivencia, la política se erige no solo en el gobierno de los Estados, sino como esa relación de poder que ha sido signado al hombre desde el comienzo de su existencia como ser sociable. “El vivir político – en y para la polis- era, al mismo tiempo, el vivir colectivo, el vivir asociado y, más intensamente el vivir Koinonia, en comunión y comunidad” (Sartori, 2002: 234). Este teórico resalta los argumentos de Maquiavelo, ya que es con él cuando la política se configura con cierta especificidad y autonomía. La política con Maquiavelo se plantea distinta de la moral y de la religión, no se puede negar que la moralidad y la religión son ingredientes esenciales de la política. Maquiavelo es quien descubre a la política, “la política real”, y le da ese carácter autónomo en el sentido de que ésta (la política) tiene sus leyes, leyes que el político debe aplicar.
Ahora, como bien menciona Sartori y en este punto se asocia con la teoría weberiana; “…el discurso de la política se configura como un discurso que es al tiempo e indisolublemente ético-político…” (Sartori, 2002: 237).
La aportación que hace Sartori, recuperando una idea evolucionista de la concepción de la política, tiene que ver con la autonomía de ésta. Se desarrollan 4 tesis fundamentales: 1) que la política sea distinta; 2) que la política sea independiente (que siga sus propias leyes; 3) que la política sea autosuficiente, que se basta para explicarse a sí misma (autárquica) y 4) que la política sea una causa primera, una causa que genera no sólo a la misma política, sino dada su supremacía a todo el resto. (Sartori, 2002). Pero ahora la política ha caído en un conflicto de identidad, al respecto Sartori, sugiere que la interrogante crucial es: qué es lo que denota los términos en política y sistema político. La esfera de lo político se eleva y restringe, se reconduce a la esfera del Estado.
En Bobbio (1997), e termino política se emplea para designar la esfera de las acciones que tienen una relación directa o indirecta con la conquista y el ejercicio del poder último, supremo o soberano, sobre una comunidad de individuos en un territorio determinado. El vínculo entre gobernantes y gobernados en el que se resuelve la relación política principal, es una relación típica de poder (entendido éste como la capacidad de un sujeto de influir, condicionar y determinar el comportamiento de otro individuo). Todos los autores vistos (Weber, 1997; Schmitt, 1998; Sartori, 2002; Bobbio, 1997) coinciden en el hecho de que la política es una relación, ya sea de dominación, de dicotomía amigo/enemigo, con la conquista y el uso del poder, respectivamente.
“La relación política es una de las muchas formas de relación de poder existentes entre los hombres. Para caracterizarla se puede recurrir a tres… criterios: la función que desempeña, los medios de que se sirve y el fin que persigue” (Bobbio, 1997:136); Las funciones para ser ejercidas necesitan de un poder de mando, obtener obediencia y castigar a quienes no obedezcan. Estas diferenciaciones explican las funciones de gobierno en la actualidad: legislativa, ejecutiva y judicial. Se resalta como en Weber, la relación de mandato obediencia, como aspecto característico de la política. Lo sustancial en los argumentos de Bobbio (1997, 2001) es la caracterización de los diferentes poderes, y el hecho de decir que el criterio más adecuado para distinguir el poder político de otras formas de poder, y, por consiguiente, para delimitar el campo de la política y de las acciones correspondientes, es el que atiende a los medios de los que las diferentes formas de poder se sirven para obtener los efectos deseados: el medio del que se sirve el poder político es la fuerza, se erige como poder supremo o soberano cuya posesión distingue en toda sociedad organizada a la clase dominante.
Bobbio (1997) hace una distinción entre política, moral y derecho; es de suma importancia señalar que dentro de la distinción entre política y moral, Bobbio, parte del principio maquiavélico de que el comportamiento del político está determinado según sus fines, algo separado de los conceptos morales, para la conquista y mantenimiento del poder político.
Bobbio, también coincide con Schmitt, al decir que la acción política está orientada a agregar a los amigos o a excluir a los enemigos. Y al decir que la expresión más distintiva de la política es la guerra en cuanto expresión máxima de la fuerza como medio para solucionar los conflictos. En este punto coincide con los argumentos expuestos por Sartori (2002). Y en un segundo momento, hace un acercamiento muy interesante a la propuesta de la ética planteada por Weber (1997), cuando se refiere a que la ética de convicción: estima que su deber consiste en respetar algunos principios de conducta planteados como absolutamente válidos, con independencia de las consecuencias que de ellos puedan derivar.
Y la ética de responsabilidad: Considera haber hecho su deber si logra el resultado que se proponía.
Referencias:
- Bobbio, Norberto (2001), Estado, Gobierno y Sociedad, FCE, México. - Bobbio, Norberto (1997), El filósofo y la política (antología), FCE, México.
- Sartori, Giovanni (2002a), Elementos de Teoría Política, Alianza Editorial, Madrid. - Schmitt, Carl (1988), El Concepto de lo Político, Alianza, Madrid.
- Weber, Max (1997), El Político y el Científico, Ediciones Coyoacán, México.